viernes, 29 de agosto de 2008

Esbozos

Supe, porque ella me lo dijo, que se apagaría la luz en poco más de venticuatro segundos. Y así fue. Cerró los ojos, relajó sus puños y me dio la espalda. Se llevó la luz para no perderse en su noche y me regaló, por si yo no encontraba el camino de ida, el rastro de su sonrisa.

Utilicé la palma de mis dos manos a modo de almohada. Y clavé mi mirada en el techo que ya no veía. Me aferré a su sonrisa para perderme entre las olas de mi mar de caricias. Y me dispuse a navegar una noche más junto al rumor de altamar. Y, como cada noche, me balanceé en mi balanza trucada para traer mi suerte a mis bolsillos.

Llené mi bolsillo izquierdo, porque el derecho sigue teniendo un agujero, con abrazos y besos. Y con matrículas rotas y pies descalzos sobre la tierra tostada del sur. Y con rotondas eternas disfrazadas de tío-vivo. Y con tomate y sal gorda. Y con encinas. Y con caricias y mimos a cara de perro. Y echar la siesta sin tiempo. Y una cañita en la barra, que sale de viaje ahora mismito en dirección a la terraza. Y me ponga otra señora, que hay tanto que celebrar...

Guardé también un par de tejas, por si acaso. Bañadas en risas y en vino tinto del caro. Y algo de carne (poca) escondida en el interior de un mollete. Y kilómetros hasta hartarme. Kilómetros por todas partes. Y esquivar el frío a saltos en un área de servicio perdida en "Dios sabe dónde...". Y beber, comer y dormir. Y una sombra para resguardarme de todo. Y un exprimidor de naranjas que rodó miles de veces por alquitranes distintos.

Y también coger aire para cruzar la meta con fuerzas. Y gentes que hablan demasiado y que me vienen muy grandes. Y casas nuevas. Y cajas viejas. Y camas nuevas. Y a veces, ni camas ni falta que nos hacen. Y bocadillos de queso corriendo por los rincones. Y... Y tantas cosas... Y un colchón para cuatro. Y abre un poquito la ventana, joder, que hace un calor infernal. Que ya no caben más risas aquí dentro, y que nos vamos a hogar.

Y esas mil cosas y mil cosas más guardadas en mi bolsillo izquierdo. Y noventa grados hacia mi derecha para acariciar una espalda con el dorso de una mano. La otra, la derecha en este caso, sigue disfrazada de almohada.

jueves, 20 de marzo de 2008

miércoles, 19 de marzo de 2008

Confesionario (sin reverb)

Mis confesiones para hoy son (sin orden de prelación):
- He vuelto a creer en el Arco Iris.
- Sigo vivo (pese a posibles diatribas ulteriores).
- No comparto mi cama, ni las arrugas de mis sábanas.
- Sigo sin trabajar (ni ganas).
- Ansío oler el interlineado del libro cuanto antes.
- Vuelvo a caminar esbozando sonrisas privadas.
- El hombre tranquilo, a veces, siente nervios atenazantes.
- Sigue lloviendo, y sigo envuelto en llamas.
- Reconozco mis trampas tan bien como reconozco las marcas de mi baraja.
- He dejado de buscar el par de ojos en los que no me refleje yo.
- Vuelvo a prestar cierta atención al reloj (que no tengo).
- Dentro de 24h resucitaré, para inmolarme al cabo de 24h más.
- Vuelvo a albergar esperanzas y, por ende, a sentir necesidades.
- Dije que "basta un dedo para cerrar una boca" pero oculté que "basta un beso para separar cuatro labios".
- Mi urna de cristal de ayer, hoy no es más que un montón de cristales.
- No me importa abrir mis venas si mi corazón no deja de latir al ritmo que lo hizo ayer.
- Te insulté y te maldecí mil veces, pero tienes razón: Existe.
- Ya no encierro el mañana en un sólo puño. Ahora relajo mis dedos. Y mi pie izquierdo.
- He esperado a la lluvia para bajar a por tabaco (sin paraguas, como siempre).

lunes, 17 de marzo de 2008

Ser Adulto Está Sobrevalorado...

Hacía ya días que no contoneaba mis caderas por estos lares. Y, claro, yo ahora les podría decir a todos/as ustedes que a partir de hoy pienso retomar esta parcela olvidada de mi vida con un tesón desmesurado. Podría, incluso, poner una mueca en mi rostro que aseverase dichas palabras de la forma más convincente posible. Pero, claro, les estaría mintiendo...

Vaya, ya no recuerdo lo que les venía yo a contar... Ah, sí...

Vuelvo a padecer insomnio. Y la cosa ha llegado a tal punto que esta noche he decidido pasarla en vela. Ya dormiré mañana por la noche. A ver si de una vez por todas consigo poner en hora mi reloj biológico. Aunque sólo sea porque la Ciudad Jaula ya amanece estos días con bonanza climática, y porque me muero de ganas de retomar esa costumbre del verano pasado de ir a tomar el primer café del día junto al mar. Me apetece, ¿qué quieren que les diga? ¿eh?

Estas semanas que he dejado a mi espalda en forma de muescas sobre mis cuatro paredes, me he visto en la lastimosa situación de ver caer sobre mis hombros una edad que refleja mi DNI (junto a esa foto que regala una sonrisa a todo el/la que la contempla) y que nunca he sentido como propia. He dedicado ratitos a pensar en ello. Y he llegado a la firme decisión de plantarme. Y, a partir de ahora, el/la que quiera dilucidar mi edad que me cuente las canas y que las divida por ene. O que me corte un dedo y cuente los anillos concéntricos que asomen tras dicho acto yakuza.

Y es que estoy seguro que no conduce a nada ese avance en el tiempo. Y yo, afortunado de mí, aún tengo la suerte de creerme avanzando. Porque veo esa masa gris e infecta desplazarse por esta vida con el rewind mordiéndoles los tobillos. Y es por eso que he tomado la determinación de coger de la mano al niño que llevo dentro y llevarlo conmigo a tomar ese primer café de la mañana. Tranquilos/as, a él le pediré un Cacaolat o algún otro sucedáneo menos agresivo para su organismo.

Mientras, ustedes, si lo desean, maduren. Exíjanse más y mejor. Acumulen facturas en su buzón. Es más, asuman ustedes que jamás ese buzón albergará nada más emocionante que una factura de Endesa. O un vale descuento en su pizzería más cercana. O las gangas del Mediamarkt. O, como cada cuatro años, una lista que engloba centenar y medio de vampiros y un sobre.

Ustedes crezcan. Afronten sus vidas sacando pecho como los palomos en celo. Apreten sus dientes cuando vengan mal dadas. Guiñen un ojo a los problemas que solventen por ustedes mismos sin tener que solicitar ayuda a su banquero-amigo. Corran. A todas partes. Engullan prisas y suden retrasos. Pisen a quien tengan que pisar en pos de un mañana mejor. Por mí no se preocupen. De verdad, no lo merezco. Yo, mañana, si refresca por la mañana, cogeré la taza de café con leche con ambas manos para entrar en calor. O me sentaré fuera del alcance de la sombrilla junto al mar. No se preocupen, de verdad. Ya les alcanzaré... O no.

viernes, 1 de febrero de 2008

Mi rollo es el rock

Poca gente lo sabe hasta ahora, pero el último vuelo de Don Diablo pudo acabar en tragedia. Poca gente sabe que off the record se planteó ese concierto como el posible último aterrizaje del demonio sobre los escenarios. Pero no ha sido así. No de momento.

Lo vivido, sudado, odiado y empapado en el Gruta 77 hace escasos días ha sido un regreso emotivo hacia los primeros días de nuestras breve existencia. Ha sido un renacer de las cenizas y, de paso, robar el cenicero en un área de servicio para tener un sitio donde depositar las colillas en nuestro local. Ha sido un reencuentro con lo que perdimos por el camino sin la necesidad de recorrer hacia atrás los pasos ya dados buscando en nuestras propias cunetas.

La pasada noche en Madrid no sólo fue un desparrame de felicidad de cara a la galería, sino que en nuestro interior se volvió a encender la llama que prendimos hace poco más de cuatro años. Y a mí, que el rocanrol me pierde, me hace jodidamente feliz contemplar el fuego desde este peldaño. Me hace jodidamente feliz este pestazo a gasolina que dejamos a nuestro rebufo.

Si alguien albergaba la esperanza de ver caer a las tinieblas al ángel caído, he de hacerle saber que no es el actual el mejor de los momentos. Sobrevuela nuestras cabezas arreando dentelladas a diestro y siniestro. Recorre las esquinas la más flamígera de sus miradas. Y no parece dispuesto a torcer el brazo más que para mostrar erguidos sus dedos índice y meñique.

Dejamos nuestro reguero de sudor en el Gruta 77 para volver al local con las manos vacías y los bolsillos llenos. La tarde de hoy en nuestro zulo de ensayo ha sido como las tardes de nuestros primeros pasos. Hemos sido capaces de confeccionar dos canciones de principio a final en algo menos de tres horas. Porque a nosotros nos gusta así. Tal como surge acelerar y saltar al vacío en cuatro tiempos de batería.

No volvemos porque jamás nos fuimos. Pero Don Diablo muestra la más fiera de sus muecas. Quedan ustedes avisados.

sábado, 12 de enero de 2008

Arde, París

¿Os lo he dicho, no? Me he ido a París una semanita huyendo de las fiestas navideñas y la familia que me ha tocado en suerte poseer. Y he tomado la firme decisión de, a partir de ahora, pasar esas fechas que me parecen tan absurdas en sitios diferentes. Y, a poder ser, engullendo 12 cosas diferentes coincidiendo con las doce campanadas.

París me ha gustado. Preciosa y recomendable ciudad. Ciudad grande. Ciudad monumental. París es una de esas ciudades en las que te puedes sentar en cualquier banco de cualquier ciudad a contemplar cualquiera de sus calles. Puedes enfocar la pupila y deleitarte contemplando cualquier fachada. Enfocar más y contemplar cualquier balcón. Y cualquiera de sus barrotes. Y las canaletas del agua. Todo lo que perciban tus ojos resulta esplendoroso y convierte tu par de ojos en una auténtica cámara Reflex.

Lo que me resulta harto incómodo de París es el idioma. Soy incapaz de retener ni una sola palabra en esa lengua. Miro el mapa, leo el nombre de la calle por la que debería pasear. Guardo el mapa en el bolsillo posterior del pantalón y justo en ese momento olvido por completo lo que acabo de leer. No puedo. Es superior a mí. Soy un negado en esa lid en concreto...

Salí de Barcelona teniendo tres conceptos muy claros. Sé decir cafe au lait y corissant. Y sé decir entrecotte. Con lo cual mi supervivencia está más que garantizada. El arranque de cada uno de los días no resultó dificultoso. El desayuno era requerido y engullido sin problema alguno. El tema del entrecotte ya fue algo más complicado... Y eso que me tomé la molestia de mirar en Google y tener muy claro que a mí el entrecotte me gusta ben cuit. Y me senté en la mesa del garito. Y pedí mi entrecotte. Y le aclaré que a mí me gusta ben cuit. Y yo confiaba en haber zanjado ese tema y me disponía a empezar a salivar. Pero no. No iba a resultar tan sencillo. Empezaba la retahila de preguntas a cargo de la Amelie de turno... Sólo eran dos preguntas. La salsa que debía sazonar la porción de carne por un lado, y la guarnición por otro. Preguntas, ambas, que no me interesan lo más mínimo. pero preguntas, ambas, que sin responder la niña de la libreta no se aleja de mi lado. Huelga decir que cené entrecotte un día. No volví a repetir la experiencia. A partir de ese día opté por cenar señalando con el dedo la estantería de los tugurios de comidas preparadas.

Pero París es una ciudad bonita. No creo que la vuelva a pisar jamás, pero es bonita. Y, ¿sabéis por qué no creo que la vuelva a pisar? Porque a París le falta el ingrediente que a mí más me gusta encontrar en las ciudades por las que merodeo. Le falta rock and roll. Le falta undergorund. Le falta arte vivo en sus paredes. Sobre su asfalto. París no parece una ciudad viva. No hierve el arte bajo sus adoquines. Y yo eso lo echo de menos en pocas horas de merodear. Por eso no creo que repita la experiencia.

En el punto de mira ya tengo Berlín. Y Lisboa. Y Bruselas. Y, cuando los tatúe en mi retina saltar a los USA. Pero, eso sí, reinciediendo infinitas veces mi paso por Londres. Por el Soho. Por Camden. I miss you...

viernes, 14 de diciembre de 2007

Zarpazos

Ya me parecía a mí extraño que tardase tanto en volver a aparecer. Ya tenía que volver a llamar a mi puerta esa bestia llamada insomnio. Y le odio. Le odio sobremanera. Pero hoy me importa un poquito menos. Tan poquito menos que he saltado de la cama. He llenado un vaso con Coca-Cola. Me he encendido un Marlborito. Y, ya que estamos, os voy a comentar una cosita... Con permiso. Procedo.

Tremendos zarpazos te da la vida. ¿No os parece? Tremenda gentuza te rodea perfectamente mimetizada con el terreno. Tremendas cuchilladas traperas en cuanto les das la espalda. Tremendas dosis de confianza lanzadas al fondo de un container. Tremendas mentiras vertidas con el único ánimo y pretexto de hacer daño. Tremendos borbotones de sangre formando tremendos charcos bajo los pies del asesino. Tremendas basuras humanas que se enmascaran de falsos amigos. Tremendas aves carroñeras que te clavan sus uñas en el pescuezo sin miramientos. Tremendas ansias de herir sin compasión. Tremenda locura la que baña las mentes de esas gentes. Tremenda bipolaridad.

Me repugnaría de asco si mi vida no fuese lo plena que cada día, con ardua tarea, consigo que sea. Pero ya no me das ni asco. Porque ya ni existes.

Abuf... Me he quedado como Dios.

Stup!